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lunes, 13 de marzo de 2017

Querido lector...


Sinceramente no sé cómo empezar este artículo.  Quería pedirte, querido lector, que me dejes tutearte. Quiero que este artículo sea una conversación entre tú y yo, quiero expresarte un sentimiento de forma más directa si me lo permites.

Quiero que me des un voto de confianza. Me gustaría intentar que vieras que a veces nosotros también nos equivocamos, y si al final de este articulo sigues pensando distinto, aquí tienes mi twitter: @SentimientoMLG. Puedes decirme todo lo que quieras que estaré encantado de debatir contigo. Así que sin más dilación, ¡vamos al lío!

Para empezar, quiero que nos olvidemos de la situación que está pasando el Málaga, tu Málaga, mi Málaga, nuestro Málaga. Quiero que nos olvidemos de los partidos que nos quedan y de cuanta es la diferencia con el descenso en los siguientes minutos que vamos a “conversar”.
Dice un buen refrán, que a veces los arboles no te dejanrán ver el bosque. Y es que el Málaga esta inducido en una dinámica que le hace fracasar partido a partido. El Málaga genera ocasiones pero se fallan más que se acierta y esto no es problema por cómo se juegue o lo tácticamente que haya que mejorar el equipo, no quiero entrar en ese tema. Yo quiero hablar del factor psicológico.

Yo vengo a referirme a que el equipo, querido lector, no sale mentalmente de esta dinámica si tú y yo no ponemos de nuestra parte. No puede jugar el equipo en nuestro templo y pitarle a cualquier error que se cometa. No podemos echar más arena sobre nuestro tejado porque lo único que conseguimos es que esto vaya a más y sinceramente, entre tú y yo, esto no ayuda.

Sé que nos come la rabia por dentro, la impotencia, que hasta nosotros rematamos desde nuestro asiento el balón para que se meta entre los tres palos, que los jugadores esto y lo otro. Lo sé, pero también sé que somos demasiados duros, que estamos demasiados quemados y que a la mínima nos echamos encima de los jugadores. Sé que hay errores imperdonables y ocasiones de gol que no se pueden fallar, pero no podemos crucificar a un equipo que mentalmente está roto.

Yo solo te pido, querido lector, que convirtamos nuestro tiempo en una olla a presión, que vuelva a ser ese estadio donde juegan doce y no once. Que nos dejemos la voz en los 90 minutos y luego expresemos todo lo que llevemos dentro. Cambiemos los pitidos por aplausos e intentemos poner nuestro granito de arena. Porque esta situación no la levantan 11 jugadores y un entrenador solos. Hagamos que los jugadores vean que estamos con ellos, que tienen que dejarse el alma ante nosotros. Intentemos llevar como antes al equipo en volandas.

Sé que a lo mejor no he cambiado tu opinión, que quizás pienses que soy un incrédulo o algo del estilo, pero tenía que intentarlo. Pero si comparamos al equipo con un niño pequeño, creo que a este no se le ayuda gritándole e insultándole al mínimo mal comportamiento que este tenga.

Quiero que, ante todo, recuerdes que esta es mi opinión y que a lo mejor estoy más o menos acertado. ¡Nos vemos por Twitter! Gracias por estar ahí al otro lado.

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